Reivindicando el videoclub

Uno de los recuerdos que le vienen a una a la mente de su más tierna adolescencia, son aquellas tardes de volver al videoclub y tratar de decidirse después de casi media hora por una película bodriera pero en la que salía algún que otro ídolo de adolescencia.

Pero más allá de mis motivos propios por los que amar el videoclub hay muchas otras razones por las que sigue siendo un lugar místico al recurrir las aburridas tardes de invierno. O de cualquier otra estación, no nos engañemos.

volver al videoclub vhs

El romanticismo del videoclub

La llegada de Megaupload a nuestras aburridas vidas fue una salvación para los que rascar el bolsillo no era suficiente para ver toda esa cantidad de películas que teniamos pendientes. Por no hablar de las que no encontrábamos en los videoclubs y que camuflaban el lamentable pasado de algunos de nuestros actores favoritos.

Internet abrió una brecha en la que todas, absolutamente TODAS, las películas estaban a nuestro alcance. Sin importar el género. Sí, las porno también, pillines.

Así que cuando el FBI – añádase música de tensión de fondo— nos cerró Megaupload muchos recurrimos a ese querido amigo, nuestro videoclub. Y ya no fue por amor al arte, por amor al cine. No. Fue por el mono. Pero ¿qué fue del romanticismo ese que antaño nos provocaba pasearse por los pasillos del videoclub.

Y fue toparme con la caída de los superservidores y recuperar los paseos por esos pasillos temáticos. La esquina del fondo a la derecha con las pelis españolas, las de la izquierda películas románticas, las del recoveco eran los thrillers palomiteros. Las de la entrada las que valía la pena ver en Blu Ray y las de dibus que decías que nunca querías ver pero que acababas viendo todas. Oigan, y las de terror, imprescindibles en época adolescente.

 

El cine de préstamo

Y si nos ponemos a hacer símiles, el videoclub es como un cine de préstamo. Una biblioteca de libros que a veces se confunde con una librería de segunda mano. Pero dónde en lugar de soñar historias entre el olor a papel y libros, lo haces entre diálogos y película de 8mm. O mejor dicho, ahora ya en DVD o Blu Ray. Peor

Y esa figura detrás del mostrador, que en determinados videoclubes pueden llegar a ser incluso eruditos del séptimo arte. Recuerdo volver al videoclub de la calle de los Centelles, en Valencia. Stromboli se llamaba. Aquel chaval, más bien hombre, lo sabía todo. Incluso aquella película que protagonizó cierto actor nominado al Oscar cuándo apenar era un chaval o aquel papel que protagonizó aquella otra y que no aparece ni en el rincón más oculto de red. Videoclubs que saben reinventarse, que saben aportar más.

Por así es, señores, hay veces, que la atención de un cinéfilo de toda la vida, de los que sienten que el mundo se detiene cuando tienen una peli delante y toda la atención se centra en la pantalla, es mucho más valiosa que los que ven películas porque sí. Porque son gratis. Porque… ¿porqué no?

Y es que ir a escoger una buena película y saber disfrutar de ella es, simplemente, magia.

1 thought on “Reivindicando el videoclub”

  1. Ana Luisa Navarro

    Stromboli, una maravilla de videoclub en Valencia, ciudad con una larga historia de amor al cine; y además su nombre me retotrae al feliz recuerdo de haber visto la película del mismo título, en París, en esas típicas salas pequeñas que ya existían en el año 1980.

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